CRONICAS DE VIAJE.
Crónica III “DE CÓMO SE METIÓ EL AGUA CLARA DEBAJO DE MI VESTIDO...”
Las conversaciones de los
parientes, a saber: tíos, tías, primas, primos, sobrinas, cuñados, concuñados,
compadres, padrinos, nueras y yernos, producen un fenómeno poco común en mí, el
de escuchar. Además, es un festín de historias y anécdotas que regocijan todos los
sentidos, provocando las más frescas y sonoras de las risas y sacudiendo la
sangre de lado a lado. Casi todas las historias, expresan entre líneas, el sentido mas profundo de la vida. Y quiero
destacar, un asunto, que no es menor, y que probablemente haga la diferencia: el
componente de humor que tienen todas ellas, incluso en el medio de una
situación de difícil tránsito como podría ser un velorio. Son encuentros que disfruto mucho
por la frescura y genuinidad con la que viven. Y esto implica todo lo que la
vida trae, no se trata de vidas plagadas de dicha y bondad, por el contrario,
muchas infancias ásperas y duras, con relaciones complicadas muchas veces.
Sucede que, haciendo un contraste con la gente que vive en la cuidad, pareciera,
a mi modo de ver, que tuvieran el numen salvaje sin tanta contaminación, mas
puro quizá, incluso lo pueden tener
reprimido, pero no lo tienen quebrado u olvidado. Se nota por ejemplo en el
encuentro con la comida y el baile. Mucho más, me animaría a decir, que casi
siempre, son las mujeres las que logran expresarlo más. Aquí las mujeres tienen
en ese sentido, una fuerza descomunal.
Volvamos a la parte de los
recorridos hechos: “El pueblo perdido”, así llamado por lo pobladores del lugar.
Lo descubrieron hace muy poco, unos 20 años, comparado con la cultura que
representa, que es la cultura de la Aguada.
Estamos hablando del periodo de los siglos VII al IX tomando
como referencia la era cristiana y ubicados en el valle de Ambato, Provincia de
Catamarca. Según los aportes de Víctor A. Núñez Regueiro y Marta R. A Tartusi[1], la Aguada representa la
síntesis cultural de sus antecesores Condorhuasi-Alamito y Ciénaga. Todos ellos
con influencias del Tiwanaku. Mas tarde confluyeron con la cultura inca, antes de la llegada de los españoles. Al pie
de el cerro, a unos cincuenta metros
hacia arriba, con una vista privilegiada hacia la quebrada posiblemente para
tener mejor visión de lo que sucedía alrededor, se desparramaban unas cuantas
docenas de pircas[2], casi todas formando
un recinto rectangular, que seguramente
harían de habitación. Todo aquello rodeado de cardones y alrededor, de las que posiblemente
serían las viviendas, un gran patio de tierra. Por supuesto que el tema de
conversación fue inmediatamente la desaparición y genocidio de las que fueran víctimas
todas las comunidades de América en el nombre de dios. Un tema ríspido para mí.
Luego, justo bajando a unos 100 metros del lugar del
pueblo perdido. el río el Tala. Toda la belleza salvaje del agua clara entre
las piedras bajando de los cerros se metió debajo de mi vestido, como lo haces
tú…..
Comentarios
Publicar un comentario