Crónicas de Viaje I



Diario de viaje  
Catamarca 2010
CRONICA I

Crónica I
El viaje


            Son las 18 20, hora Catamarca, tomando unos mates mientras una de las mujeres de la casa prepara la merienda para el hombre de la casa (mas adelante merecerá un apartado) y mientras las cadenas de Ancasti y Lambato rodean la casa, escribo el diario de viaje.
            Ruta San Pedro, Baradero. Los  minutos interminables de arboleda y el verde al costado de la ruta cortadito bien al ras, reflejan el cuidado de la vía hacia los lugares turísticos.
Ruta 9, doble mano, un Santa Fe (todos los nombres en el nombre de dios!!!) bastante menos cuidado y casi siempre igual. Con entusiasmo me deleito con el vértigo de estar rozando la ruta con la planta de los pies, sentada en el sillón  del acompañante del conductor del micro de dos pisos. Se puso el sol.  La hermosura y quietud de la noche se ve levemente opacada por la irresistible presencia y brillantez de la luna con sus senos de blancura salvaje.

          Crónica I
         La llegada
 9.10 de la mañana. Llegada a San Fernando del Valle (y seguimos juntando santos). Previa despedida de los chóferes con un disco compacto autografiado incluido, recojo mi maleta y mi guitarra . Sale a mi encuentro el tío Luis, alto, de pelo corto semi canoso y  anteojos que me da una bienvenida cálida pero con la medida del reloj de la gente del interior: lento y en voz baja.Junto a él, Silvia, su hija, prima segunda mía,  que pronto será policía….

Crónica I
La estadía y las compras

Tarde. 19.00. Ya las dos vírgenes del valle igualitas, igualitas están en mi valija esperando que llegue la vuelta a Bs. As, que no será pronto,  para encontrar cada una su lugar: una, destino Ruiz de los Llanos, otra, algún  rincón del salpicre de la casa de mi madre. Misión “presente” indispensable, cumplida.

Crónica I
El paseo

La ford doble cabina gris de Miguel Ángel, el hermano mayor de la tía Silvia, compañera del tío Luis me lleva por la ciudad en busca de conocimiento. Paramos cerca de la zona céntrica, entrando a una casa de estilo colonial pregunto si se encuentra abierto al público. Entramos.
Nada se parece a el caudal de pensamientos, sensaciones e impresiones que me causó aquel hombre en el Museo Adán Quiroga (1) en posición fetal y momificado desde hace 500 años encerrado en una urna de vidrio. No había vivido nunca una experiencia semejante. Me había conmovido hasta los huesos. Lo único que atiné a escribir en el libro de visitas del Museo, es una parte del poema “Cantares” de Antonio Machado: “...todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar...”, y me quedé con la imagen del gesto momificado impregnado en mi conciencia y en mi inconsciente. Sé que en algún momento escribiré un apartado (II) al respecto.
                   El paseo siguió con las grutas de la virgen del valle, subiendo apenas la montaña, se abre imponente un mural multiescalonado plagado de rezos, pedidos, agradecimientos, encomiendas, felicitaciones, cartas, remeras, cajas de cigarros, casas en miniatura, medallas, fotos, cintas y quien sabe cuanto objeto más. La gente deposita allí sus sueños o penas con una fe total. Uno podría pasarse días, meses y quizá años, y aun así, no alcanzaría a leer todos los pedidos y agradecimientos. Este modo católico cristiano a ultranza, se combina de manera extraña, a mi parecer,  con una especie de matriz en la conciencia colectiva de los pueblos del interior que posiblemente se fue gestando históricamente de manera compleja, combinando el mestizaje propiamente dicho, con una conformación mental desarrollada sobre un soporte en tensión permanente de miedo-poder que subyace en la herencia psíquica-social y  que se expresa mas claramente en la marcada diferencia de clases, aunque con una componente particular, la inversión que sufren en muchos casos, las personas con herencia mestiza o india que logran insertarse en el círculo de las clases pudientes y se vuelven opresoras de aquello que los constituyó cultural y genéticamente. Un fenómeno que no sólo responde a la histórica lucha de clases que se dio lo largo de la  historia, sino también estimo, a la ruptura que produjo la violenta imposición cultural de la conquista y el desprecio hacia la cultura de las comunidades americanas. Imagino que el miedo a “ser indio o mestizo” por temor a la represalia, caló hondo en la conciencia colectiva y creó un manto de silencio mortal en el seno de la psiquis, tanto como para negarse a si mismo. En estos casos, el opresor y el oprimido son victimas del mismo fenómeno. Esta es una de las paradojas que me ronda la cabeza hace tiempo y que no logro comprender del todo…me parece que será un asunto que me acompañará durante años y que posiblemente quiera ahondar más y más intentando encontrar al menos algunas buenas preguntas que me conduzcan a algún sitio mas claro....De todos modos en mi experiencia directa aquí, alguna idea o interrogante mas aparecerá.
   Tercer destino del recorrido, dique Jumeal. El agua junto con las montañas es siempre atractivo para mí, pero la gente, que se junta alrededor, con casi nada, comiendo chucherias, al rayo del sol, con sus niños y su indumentaria básica sin marca, es lo que más atrae  mi atención.  Seguramente  para llegar allí, han hecho kilómetros a pie. La risa franca cuando los saludo con una broma referida al calor, es el paisaje que se queda conmigo.
   Vuelta a la casa. Mate, diarios, cuadernos tirados en la mesa y el respeto de todos de soltarme y dejarme volar….


Me llama Palma. Se levantó angustiado. No quiero que se angustie. Aunque no depende de mí.


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